Hoy me he dado cuenta de lo mucho que se parecen el crochet y la cocina. Parece raro pensarlo, pero al final las dos cosas me hacen sentir lo mismo: calma y satisfacción.
Cuando agarro el ganchillo y empiezo a tejer, siento que desconecto de todo. Es como cuando me pongo a cocinar algo rico y la casa se llena de olor: ambas cosas requieren paciencia, mimo y, sobre todo, ganas de disfrutar el proceso.
El otro día, mientras hacía una sopa de pollo bien especiada, aproveché los tiempos de espera para avanzar en un jersey a crochet. Me gustó esa sensación de ir combinando momentos: la olla burbujeando en la cocina y el hilo entre mis manos en el salón. Al final, una me alimentaba el cuerpo y la otra el alma.
Creo que necesito estos pequeños refugios para sentirme bien. Entre hilos y cucharas encuentro mi propio espacio, ese que me recuerda que lo hecho a mano (ya sea un plato o una prenda) siempre tiene un valor especial.🤍